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Los Derechos Humanos en la Argentina de hoy
En la reunión anterior de este Consejo declarábamos
que la APDH “reafirma y profundiza su compromiso con la plena vigencia de
los derechos humanos”. Y añadíamos: “Celebramos sin reservas la continuidad
de la institucionalidad democrática...pero, a la vez, reconocemos que esa
plena vigencia de los derechos humanos está aún lejos de ser una realidad en
la vida cotidiana y en la propia institucionalidad de la nación”. Hoy esta
afirmación parece demasiado débil. Los acontecimientos recientes, que vienen
produciéndose sin intermitencias [1] en nuestra sociedad, sea cual fuere la
interpretación que de ellos hagamos, denuncian una problemática social y
política que viene agravándose y toma caracteres verdaderamente alarmantes.
Es ahora evidente que un programa político que parece haber elegido
postergar, ‘poner en el freezer’ o al menos subordinar la problemática
social hasta superar la crisis económica es totalmente inviable y, en
realidad, nos precipita en una conflictividad que puede resultar fatal. Al
mismo tiempo, debemos señalar que, en la sociedad civil, diversos grupos y
asociaciones espontáneas, ONGs de diversos órdenes y aún iniciativas
personales realizan significativos esfuerzos —a menudo muy poco reconocidos—
para ofrecer señales de esperanza.
La APDH trata de establecer sus prioridades, dentro del conjunto de
organizaciones hermanas de derechos humanos y del panorama mayor de nuestra
sociedad. Hoy quisiéramos proponer tres ámbitos, en los que la APDH está
comprometida, y en los que creemos que debe ampliar y profundizar su labor.
El primero tiene que ver con lo que llamaríamos “la recomposición del
pasado”, referido más precisamente al periodo de la dictadura militar—que,
no podemos desconocerlo, está ligado a problemas de larga data en nuestra
historia nacional. Los juicios a los responsables de la violación de
derechos humanos del gobierno militar que siguen instruyéndose en Europa, y
los que se ventilan en nuestro país pese a las leyes de punto final,
obediencia debida e indultos, juicios en los cuales la APDH está
participando junto a otras entidades hermanas, la búsqueda incesante de las
abuelas, el mantenimiento de la memoria en la tarea educativa, en la que
colaboramos con CETERA y las diversas exhibiciones del itinerante “Nunca
Más” que, con materia fotográfica y afiches históricos provistos por la APDH
han recorrido varias provincias y hoy se exhibe en la Biblioteca Nacional,
son instrumentos valiosos de esa “recomposición del pasado”.
Pero la identificación, juicio y castigo de los culpables directos de la
tiranía, que es necesaria e impostergable, no es suficiente si no va
acompañada por una toma de conciencia de toda la sociedad. La complicidad
explícita, el aprovechamiento de las ventajas accesibles o la fingida
ignorancia e indiferencia de sectores del mundo religioso, de las fuerzas
armadas, de actores políticos, económicos y sindicales no puede ser
ignorada. No basta una vacilante frase de arrepentimiento. Es necesario que
los distintos sectores de la sociedad hagan un profundo examen de
conciencia, no sólo de su actuación sino de los modos de proceder, la
vigencia de la justicia y de los derechos humanos en su propia área de
acción y los criterios éticos con los que manejan sus diversos ámbitos de
acción. Porque desde esas instancias se construye el funcionamiento de la
sociedad.
Las crisis provocadas por gobiernos totalitarios y las de la situación
económica y social de nuestro país tienen, además, dimensiones
internacionales. Por eso apoyamos los juicios que se llevan a cabo en
Francia, España, Suecia e Italia y otros que pudieran iniciarse. Pero
creemos que es necesario y urgente la creación, en el ámbito de las Nacional
Unidas, de un tribunal internacional, con las necesarias garantías de
imparcialidad e independencia para juzgar los crímenes de lesa humanidad. En
su relación con las NU y con el tribunal interamericano, la APDH ha
expresado nuestro apoyo a este tipo de iniciativas contra la impunidad.
En segundo lugar, la APDH considera que igual si no mayor peso debe darse a
lo que es hoy, en nuestro país y en diversa medida en buena parte del mundo,
la violación masiva y constante de los derechos económicos y sociales,
porque, sin ellos, los derechos personales y políticos pueden transformarse
en una cortina que esconde la verdadera situación de la gente o más aún, en
una parodia de una paz y justicia que en verdad son negadas. Nuestro país ha
dado status constitucional a los diversos pactos, tratados y convenios
internacionales que protegen derechos políticos y sociales. Las diversas
comisiones de la APDH, particularmente las que tienen que ver con relaciones
internacionales y temas jurídicos están activas en estos temas—como lo
señala la memoria que obra en su poder. Hay, sin embargo, en este tema, dos
problemas a los que las organizaciones de derechos humanos deben abocarse.
Uno tiene que ver con la creación de legislación específica y de
reglamentación que dé la posibilidad cierta de exigir judicialmente la
vigencia de esos derechos. De lo contrario, nuestra adhesión a estos
acuerdos tiene un carácter declamatorio y resulta una burla a las
personas—mujeres, niños, ancianos—supuestamente protegidos por la
Constitución. Por supuesto, a la raíz de este tema está el problema no
resuelto de qué responsabilidad tiene el estado en asegurar el cumplimiento
de estos derechos. La aceptación desmedida e irresponsable de supuestas
‘leyes del mercado’ a las que se le otorga un carácter de infalibilidad y
omnipotencia, reduce al estado a un mero observador cuando no garante de las
decisiones de los actores económicos nacionales o internacionales y de
adaptar a ellas sus decisiones y políticas. No ignoramos las presiones a las
que un gobierno—particularmente en nuestros países dependientes—se ve
sometido y las sanciones con la que es amenazado. Aún así, sin embargo,
políticas internas más acordes con las necesidades de la gente podrían darle
un apoyo que le permitiría mayor capacidad de negociación con los factores
de presión.
Tal vez el tema que resume y determina buena parte de la problemática social
de nuestro país es el del desempleo. No es necesario citar porcentajes y
condiciones que todos conocemos muy bien. Tal vez el tema que resume y
determina buena parte de la problemática social de nuestro país es el
desempleo. No es necesario citar porcentajes y condiciones que todos
conocemos muy bien. Buena parte de los conflictos que vienen estallando se
alimentan precisamente de esta situación.. No es necesario subrayar que la
APDH, como siempre lo ha hecho, afirma la legitimidad de los damnificados
que reclaman activamente sus derechos. Por eso ha participado en numerosas
marchas y protestas. Con igual vigor ha insistido en que toda protesta se
realice dentro del orden democrático y renunciando al uso de la violencia.
Pero no podemos desconocer que, en algunos de los episodios más recientes,
el estado no ha sabido prevenir situaciones que iban visiblemente haciéndose
intolerables, ha estado gravemente ausente o se ha hecho presente muy
tardíamente. Responsabilizar por ello a agentes externos o grupos
subversivos es una peligrosísima simplificación. Todo uso de la fuerza
pública es un último recurso, que debe estar precedido por un serio esfuerzo
por alcanzar soluciones y acuerdos pacíficos y llevada a cabo bajo una
estricta supervisión. Las más recientes experiencia nos demuestran que la
evaluación de las situaciones no puede quedar exclusivamente en mano de las
fuerzas policiales o de los organismos de seguridad. Sobre este tema, en
casos particulares, la APDH ha hecho y hará presentaciones específicas
cuando corresponda.
No es sólo la aparición de conflictos lo que muestra la gravedad del
problema del desempleo. Tal vez, ni es siquiera la más grave de las
consecuencias. La evidente relación entre desocupación, injusta distribución
de la riqueza y criminalidad se ha comprobado en casi todos los países del
mundo—incluso los considerados más avanzados y es evidente en el nuestro. Y
otro tanto puede decirse de las consecuencias de la desocupación en la
destrucción de la vida familiar indispensable para la cohesión de una
sociedad y del desamparo de la niñez y la adolescencia como factores de
alteración psicológica e inestabilidad social.
Valga aquí una nueva referencia al tema del derecho al trabajo (Artículo 2.1
del Pacto DESC), que el estado frecuentemente, no solamente no protege
debidamente sino que incluso viola. ¿No habremos llegado a la urgente
necesidad de establecer la judicialidad de este derecho, de manera que los
grupos humanos víctimas del incumplimiento del DESC puedan denunciar las
violaciones ante las instancias judiciales e incluso en la Comisión
Internacional de la OEA? Este recurso reafirmaría la indivisibilidad de los
derechos civiles y políticos que nuestra Constitución establece.
Finalmente, queremos referirnos a un tema ampliamente abordado en los
informes de las distintas comisiones: la tarea emprendida por la APDH para
la formación de ‘agentes de derechos humanos’ en los distintos ámbitos de la
capacitación de docentes, de estudiantes de derecho, de personas a cargo o
responsables en el cuidado de adultos mayores, de detección y atención de
personas o grupos sociales que sufren problemas psicológicos relacionados
con las condiciones sociales en las que están inmersos. Las pasantías para
estudiantes de derecho, los seminarios para la capacitación de personas
vinculadas con los adultos mayores, las jornadas de estudio y capacitación
realizadas por la Comisión de “La Mujer y sus derechos”, la participación en
el INADI y la Comisión de pueblos indígenas—todos ellos realizados tanto en
Buenos Aires como en el interior del país—responden a nuestra convicción de
que una lucha real por la vigencia de todos los derechos humanos sólo puede
ser eficaz cuando es instalada en la conciencia de la totalidad de nuestro
pueblo. Es evidente que las organizaciones de derechos humanos no pueden por
si solas lograr este propósito. Por eso hemos escogido una estrategia de
capacitación de ‘agentes’ de promoción de los derechos en todos los campos
de actividad social.
Es a esta tarea a la que queremos convocar a todos y cada uno de los
participantes en la APDH—su consejo de presidencia, sus juntas y comités
directivos, sus comisiones en nuestra sede y en las delegaciones.
Necesitamos su presencia, sus informaciones y sus sugerencias, su apoyo y su
crítica, su colaboración financiera. La APDH es y hace lo que sean y hagan
todos los que la componemos. Sabemos que muchos de nosotros estamos
requeridos de múltiples ocupaciones y compromisos, que dificultan la
participación personal activa en una tarea que es casi totalmente llevada a
cabo por voluntarios. Por eso, los que hemos tenido o tenemos alguna
responsabilidad en la conducción y funcionamiento de la APDH queremos
expresar nuestra admiración y gratitud por el apoyo material y moral de
muchas personas que han hecho posible lo poco o mucho que este informe
recoge. Y confiamos que ese apoyo y colaboración irá en aumento en el
periodo que ahora comenzamos.
Al mismo tiempo, nos parece fundamental que el compromiso en la defensa de
los derechos humanos sea asumido por toda la sociedad. Nadie puede sentirse
seguro mientras no haya seguridad para todos. Nadie está seguro en su empleo
si está rodeado de millones de desempleados. Nadie tiene un futuro seguro si
no lo tiene todo el país. Construir, para nosotros y para las generaciones
futuras una sociedad libre, justa y solidaria es la tarea que sólo puede
llevarse a cabo con la participación de todos y cada uno de los que la
componen. Es ese el desafío que queremos asumir como APDH, pero a la vez
hacer presente al gobierno, a las distintas organizaciones de nuestra
sociedad y a todos los habitantes de nuestro país.
APDH, 22 de Junio de 2001
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[1] En los últimos cuatro años se registraron 1280 cortes (323 en este año),
sin contar los de este último mes. En Salta, según los índices del Instituto
de Estadísticas y Censos, el 55,9% de la población vive en hogares ubicados
por debajo de la línea de pobreza y el 17.6% entra en la categoría de
indigencia total. Son sólo algunos datos de los cientos que podríamos
mencionar
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